¿Alguna vez te has sentido marciano? que puta pregunta ¿no? aunque seguramente que si lo has sentido, sentirte, raro, extraño, fuera de lugar, preguntarte ¿qué coño pinto yo aquí? Esto te puede ocurrir cuando estas en un entorno que no es el tuyo, cuando estas en un país o ciudad donde se habla un idioma que no entiendes, donde prevalece otra cultura… si, es fácil sentirse marciano en este mundo sin tener que irte a otro planeta.
Pero hay un momento cuando sentirse marciano es realmente jodido y te puede llegar a doler: sentirte marciano en tu propia casa, en tu ciudad, en tu entorno… eso si que es realmente jodido.
Y no hablo de una persona que sea una inadaptada o que no sea el típico raro, sino de esa persona que un día deja de sentirse parte del lugar al que siempre ha pertenecido y comienzo a verlo como algo ajeno.
Este es un sentimiento que cierta gente suele compartir. Hablo de aquellos que un día decidieron irse fuera por un tiempo, digamos que a probar o a vivir la vida, a oxigenarse o buscarse los cuartos en otro entorno. Hablo de aquellos que tomaron esa decisión no por necesidad vital o supervivencia, sino por decisión personal no forzada.
Es justo ese momento cuando llevas unos meses fueras y vuelves al “pueblo” de visita y de repente te sientes visitante en aquellos lugares que hace poco te “pertenecían”. Y ves que la gente tiene otras conversaciones, que hay saltos en el tiempo que no controlas y que hasta sensaciones extrañas se apoderan de tu cuerpo. De repente lo que antes te pasaba inadvertido ahora te emocionan, te llaman la atención, e iluso de ti hasta se lo comentas a un colega que te mira raro…
Si, el emigrado suele sentirse marciano cuando vuelve a su entorno. El emigrado no sabe bien donde esta y puede llegar a preguntarse a donde pertenece realmente. Al emigrado los capítulos del pasado le suelen emocionar y le generan melancolía.
Es jodido sentirse marciano en tu propia casa. Pero la verdad, que quien escribe a veces lo echa de menos.
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